¿Qué es el Evangelio?
Realmente, ¿qué es lo que quieren decir los cristianos cuando hablan acerca del “evangelio de Jesucristo”? Ya que la palabra “evangelio” significa “buenas nuevas,” cuando los cristianos hablan acerca del evangelio, ¡simplemente están comunicando las buenas nuevas de Jesús! Pero no son buenas nuevas cualesquiera, ¡requieren una respuesta! Es un mensaje de parte de Dios que dice: “¡Buenas nuevas! ¡Esta es la manera en que puedes ser salvo de mi juicio!” Es un anuncio que no puedes darte el lujo de ignorar.
Entonces, ¿cuáles son las buenas nuevas acerca de Jesucristo?
Desde el momento que los primeros cristianos anunciaron las buenas nuevas de Jesús, el mensaje se ha organizado alrededor de estas preguntas:
- ¿Quién nos hizo y a quién rendiremos cuentas?
- ¿Cuál es nuestro problema?
- ¿Cuál es la solución de Dios a nuestro problema?
- ¿Cómo me puedo incluir en esta solución?
A lo largo de los siglos desde los tiempos de Cristo, los cristianos han contestado estas preguntas con las mismas verdades bíblicas.
- Rendiremos cuentas a Dios.
- Nuestro problema es nuestro pecado contra él.
- La solución de Dios es nuestra salvación por medio de Jesucristo.
- Nos incluimos en esta salvación por medio de fe y arrepentimiento.
Podemos resumir estos puntos de esta manera: Dios, la humanidad, Jesucristo y nuestra respuesta.
Dios
Lo primero que debes saber acerca de las buenas nuevas de Jesús es que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Allí es donde todo comenzó. Así que si te equivocas en este punto, todo lo demás estará equivocado. Porque Dios creó todo—incluso nosotros—él tiene el derecho de decirnos cómo debemos vivir. Debes comprender esto para comprender las buenas nuevas acerca de Jesús.
¿Cómo describirías el carácter de Dios? ¿Amoroso y bueno? ¿Compasivo y perdonador? Todos son verdad. Dios se describe a sí mismo como “compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad . . . el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado”. Luego Dios agrega: “que no tendrá por inocente al culpable” (Éxodo 34:6-7). Eso desmiente casi el 90 por ciento de lo que la gente hoy en día piensa que sabe acerca de Dios. Este Dios amoroso no deja impune al culpable. Para comprender cuán glorioso y vivificante es el evangelio de Jesucristo, tenemos que comprender que Dios también es santo y justo. Él está decidido a nunca ignorar ni tolerar el pecado, ¡incluso el de nosotros!
La humanidad
Cuando Dios creó a los primeros seres humanos, Adán y Eva, había previsto que vivieran bajo su gobierno justo disfrutando del gozo perfecto—obedeciéndole y viviendo en comunión con él. Pero cuando Adán desobedeció a Dios y comió de la única fruta que Dios le había prohibido comer, esa comunión con Dios se rompió. Además, Adán y Eva declararon su rebelión en contra de Dios, negando su autoridad sobre sus vidas.
Los culpables del pecado no son solamente Adán y Eva. La Biblia dice: “por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios . . . no hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:23, 10). Sin embargo, comúnmente creemos que nuestros pecados son simplemente violaciones de alguna ley de tránsito celestial, y nos preguntamos por qué Dios se molesta tanto. El pecado es mucho más que eso. Es el rechazo a Dios mismo y a su derecho a ejercer su autoridad sobre aquellos a quienes les da vida.
Una vez que entiendas el pecado de esta manera, comenzarás a entender por qué “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). No es solamente muerte física, sino también muerte espiritual; una separación contundente de nuestro ser pecaminoso y rebelde de la presencia de Dios para siempre. La Biblia enseña que el destino final para los pecadores no creyentes es juicio eterno y activo en un lugar llamado “infierno”.
El veredicto bíblico aleccionador es éste: “Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio” (Hebreos 9:27). Cada uno de nosotros dará cuentas a Dios. La Biblia advierte que “El que cree en El no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).
Pero . . .
Jesucristo
La palabra “Cristo” significa “ungido de Dios,” una referencia a cuando un rey es ungido con aceite al ser coronado. ¡Así que cuando decimos “Jesucristo” estamos diciendo que Jesús es un rey!
Cuando Jesús comenzó su ministerio público, le dijo a la gente: “El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.” Siglos antes, Dios había prometido que vendría como un gran rey a rescatar a su gente de sus pecados. Y ahora aquí estaba Jesús diciendo: “¡El reino de Dios está aquí . . . ahora! ¡Yo soy ese gran Rey!”
Con el tiempo, los seguidores de Jesús se dieron cuenta que su misión era traer a gente pecaminosa a ese reino. Jesús vino a morir en su lugar, a recibir el castigo que merecían a causa de su rebelión contra Dios. Mientras Jesús moría en una cruz, la carga terrible de todos nuestros pecados cayó sobre sus hombros. Se cumplió la pena de muerte que Dios declaró en contra de pecadores rebeldes, y Jesús murió. ¡Lo hizo por ti y por mí!
Pero la historia no termina allí. Jesús el Crucificado no sigue muerto. La Biblia nos dice que resucitó de entre los muertos. No sólo es el Rey Jesús el Crucificado, ¡sino que es el Rey Jesús el Crucificado y el Resucitado! La resurrección de Jesús de entre los muertos fue la manera en que Dios dijo: “¡Lo que Jesús reclamaba acerca de su identidad y a lo que vino a hacer es verdad!”
Nuestra respuesta
¿Qué espera Dios de nosotros ahora que estamos informados que Jesús murió en nuestro lugar para salvarnos de la ira justa de Dios en contra de nuestros pecados? Espera que respondamos con arrepentimiento y fe.
Arrepentirnos de nuestros pecados significa dar la espalda a nuestra rebelión en contra de Dios. Al arrepentirnos no quiere decir que inmediatamente dejemos de pecar, sino que nunca más viviremos en paz con nuestros pecados.
Y no solo eso, pues también nos volvemos hacia Dios en fe. Fe es dependencia. Es una confianza basada en la promesa que Jesús resucitado te salvará de tus pecados. “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. El que cree en El no es condenado . . . El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz . . . el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (Juan 3:17-18; 1 Pedro 2:24; 3:18).
Si Dios nos ha de considerar como justos algún día, tendrá que ser a base del historial de alguien más, alguien capaz de ser nuestro substituto. Eso precisamente es lo que sucede cuando alguien es salvo por medio de Jesús: todos nuestros pecados son atribuidos a Jesús, quien recibió el castigo apropiado. ¡Y entonces la justicia perfecta de Jesús se atribuye a nosotros cuando ponemos nuestra confianza en lo que ha hecho por nosotros! ¡Eso es lo que significa tener fe—depender de Jesús, confiar en que él es el único que puede tomar nuestro lugar y ganar un veredicto justo ante Dios!
¿Crees que te has rebelado contra Dios y mereces su ira? ¿Que Jesucristo es el Hijo de Dios quien murió la muerte que merecías por tus pecados? ¿Que resucitó de entre los muertos y vive para estar en tu lugar como tu Substituto y Salvador?
Si esa es tu convicción sincera, se lo puedes decir con palabras como éstas . . .
Jesús, sé que no puedo salvarme a mí mismo, y sé que has prometido salvar a los que se arrepienten y ponen su fe en ti solamente. Confío en que perdonas mis pecados y me das vida eterna. ¡Gracias por morir en mi lugar para hacer posible mi salvación!
Si has hecho esto, entonces te queda toda una vida de conocer más a Jesús, ¡y esa vida comienza ahora! ¡Hay mucho más que aprender del Espíritu de Dios quien viene a vivir en todos los que confían en el Rey Jesús!